diciembre 28, 2008

Transición

De Ely Rosa Zamora

Ella, con un rosado violeta en sus labios camina sin detenerse mientras las hojas del otoño caen sobre el rigor suspendido de su pelo. El viento empuja suavemente sus huesos húmedos, sin vehemencia, y la muñeca que sostiene en los brazos cierra los ojos. Ella, se abotona las manos a los bolsillos y al subir la quijada complacida por la tibieza de las uñas, siente el viento quemándole la cara. Camina sobre una ciudad en ruinas desenterrada de un imperio iconoclasta. Vertiginosa huye de algo que desconoce. Los tranvías vacíos y rotos, desamparados por el tiempo acuden a sus ojos con tierra y Ella, se monta pensando en llegar a algún lugar donde quizás alguien la espere. Pero Ella, no desea. Se une a la rivalidad del silencio sórdido mientras se aleja. Los pájaros enjuagan sus alas en las sombras del día, desapareciendo por los cristales rotos de las altas ventanas donde el reflejo de las llamas todavía arde.

Amanece sobre sus pies con sonido a muchedumbre y Ella despierta inmóvil abrazada a su muñeca sintiendo el olor de miles de faisanes muertos que cubren la tierra. Los tiran al aire y luego les disparan. Pun pun caen los faisanes sangrando desde el aire y terminan de reventarse cuando llegan al suelo.
Se tropieza con un señor que vende mandíbulas en un tobo y juntos beben agua de manantiales repletos de peces mal olientes saltando desesperados por el azufre. Peces hermosos de todos colores abriendo la boca, mostrando sus dientes negros.
Ha salido de ese entierro de plumas con carne y sube ahora las montañas por la senda del río con un palo en la mano.
Con una mano arrastra el palo y con la otra sostiene la muñeca. Saca del bolsillo una carta vieja en papel desaliñado que lee en medio de la espesa neblina. Las uñas le sangran mojando el papel que arroja al río. El papel flota, comienza a hincharse, se hunde saturado. Atrapado en una piedra se va desintengrando. Todo el río arrastra partículas de papel, pero la sangre y la tinta han desaparecido. Ella, sumerge los dedos en el agua y luego se los chupa, desentierra el palo y sigue caminando. Mientras sube se da cuenta que ha entrado a un laberinto. No sabe si sube o baja. El laberinto tiene bosques profundos, caminos de orquídeas silvestres y ríos.